Comentario al domingo VII del tiempo ordninario

Lectura del primer libro de Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23

Invocamos al Espíritu como el don de Dios que nos puede ayudar a entender y a actualizar la Palabra en nuestra vida: Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente, abre mi corazón, toma mis manos, para que comprenda el mensaje de la Palabra, para que sienta la profundidad del amor, para que camine abriendo mis manos a los que necesitan misericordia.
La primera lectura de este domingo nos sitúa ante dos personajes importantes de la historia de Israel: Saúl y David. Es una narración histórica, con características de leyenda, que nos acerca a un suceso acontecido entre estos dos prohombres de Israel.
Saúl va a buscar a David y va con un ejército de 3000 hombres. Ante semejante contingente, solo dos, David y Abisay son capaces de burlar tanta vigilancia y asaltar el campamento. No solo lo asaltan, sino que llegan hasta la tienda donde el Rey dormía. Es entonces cuando el sobrino y escudero de David le propone matar al Rey. Aquí podemos situarnos como espectadores dentro de la tienda y escuchar como David le dice que no lo mate. Abisay no tiene potestad para matar al Ungido, al elegido, del Señor. David, como prueba de que habían llegado hasta la misma tienda del Rey, coge su lanza y su cántaro de agua. El relato específica que en esta hazaña la pericia de estos dos hombres había contado con la mano de Dios (2 Cró 30, 12).
David cruza al otro lado del campamento, se sitúa lejos y grita. Las montañas le hacen de caja de resonancia y el eco de su voz llega al campamento del Rey. Grita a Saúl y a sus hombres que tiene la lanza del Rey. Un Rey al que le ha perdonado la vida. Ha respetado un límite sagrado, impuesto por Dios (Ex 20, 1 -17) y proclama que el Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. David, en esta ocasión, aparece como alguien generoso y magnánimo. Saúl y David eran rivales, cada uno tenía su parcela de poder, sus tribus y sus hombres de confianza. Ambos son jefes y militares, ambos van a pelear y ambos guerrean con otros pueblos. Pero David, en esta ocasión, aparece como alguien generoso y magnánimo. En medio de un contexto violento, aparece este atisbo de luz y de respeto por la vida del hombre.
En el Evangelio de este domingo (Lc 6, 27-38) Jesús nos invita a tener una medida generosa, rebosante, remecida porque esa medida será la que luego recibiremos. Es en el mismo Evangelio donde Jesús enseña a sus discípulos que hay que amar a los enemigos y hacer el bien. Parece que David pone en práctica, el mensaje del Hijo de Dios. Volviendo a la vida de David parece que está ligada al perdón y a la misericordia que sabe que recibe como don de Dios (Salmo 50).
Otro mensaje que podemos rezar, a la luz de esta lectura, es como la vida de los nombres pertenece al Señor somos sus criaturas (Gn 2,7). Vida que Jesús explica cómo se puede defender frenando las dinámicas de violencia y de odio entre los hombres. El freno es el amor a los enemigos, haciendo el bien, prestar sin esperar nada a cambio, perdonando, dando y no juzgando. Solo sabiendo que la medida que nos pide Jesús es la misma que cada uno de nosotros recibimos cada mañana de su parte.
En oración, pidamos al Señor que nos ensanche el corazón para hacerlo generoso, para respetar la vida de nuestros hermanos, criaturas e Hijos de Dios, para tener una medida abundante. Él nos amó primero y nos precede y acompaña en el Camino. Con historias como la de David podemos terminar en acción de gracias porque Dios cuenta con cada uno de nosotros para seguir tejiendo la historia de la salvación. La historia de su Pueblo.


David perdona la vida de Saúl.
Imagen obtenida de la web antofagastareligiosa.blogspot.com

Ana Alonso, r.a.
Asunción Cuestablanca