“Jesucristo me ama y me llama” Sta. Ma Eugenia de Jesús

 

El pasado fin de semana, la Comunidad de Olivos nos abría sus puertas para acoger un nuevo encuentro de A pie descalzo, convirtiéndose, una vez más, en casa y hogar para los que allí nos hospedamos. Un hogar que siempre invita al descanso, a descalzarse y sacudir el polvo del camino porque el ajetreo rutinario, las prisas, el bombardeo de propuestas tentadoras y atractivas nos impiden parar, volvernos a Dios y escuchar Su llamada. Y cuando lo hacemos, cuando dejamos a un lado todo el ruido que tenemos alrededor y hacemos silencio mirando hacia dentro, hacia nuestro interior, con mirada confiada y serena, sentimos Su presencia en nosotros y entre nosotros; como si de unos imanes se tratase, unidos por una fuerza invisible, la fuerza del Amor. Entonces, nos damos cuenta de cuánto nos ama Dios, con cuánta dulzura nos mira y cuánto y cómo respeta nuestro espacio y nuestro tiempo.

Compartir esa parada con otros también es A pie descalzo. Porque es necesario sentir que no estamos solos, que no estamos solas, que la fe debe ser compartida y vivida en comunidad, enriqueciéndose unos con otros, sintiéndonos parte de un Todo mucho mayor, siendo familia, la gran familia de los Hijos de Dios.

“Qué bien se está aquí, Señor, no hay otro lugar donde estar mejor, tus manos nos guían, tu amor nos protege, confiamos en Ti”.

Y así, comenzamos el fin de semana, con una oración en la capilla porque no hay mejor forma de iniciar una actividad, un proyecto o un encuentro que poniéndolo en manos de Dios. Nuestro corazón también en Sus manos, abierto y desnudo para dejarnos tocar por Aquél que nos ama con ternura infinita, tal como somos, porque lleva nuestros nombres tatuados en la palma de Su mano.

Descalzos continuamos avanzando, con el corazón agradecido y sintiendo que merece la pena escuchar la llamada que Dios nos hace, confiar en Él y embarcarnos en la misión que sueña para cada uno de nosotros y que tenemos que ir descubriendo, si nos hacemos a un lado y Le dejamos entrar.

Orar, compartir, cantar, dialogar, dejando que lo que llevamos en el corazón salga a flote, poniendo nombre a sentimientos, emociones, dudas o certezas que, si no hacemos un alto, no somos capaces de manifestar o descubrir.

Eso es A pie descalzo, un espacio donde descalzarse para encontrarse con Dios, contigo, con el otro... con la Vida, que es sagrada.