“Diseñar nuevos mapas de esperanza”

La carta apostólica “Diseñar nuevos mapas de esperanza” del Papa León XIV es una invitación a mirar el presente con serenidad y valentía. Nos interpela a quienes estamos en el ámbito educativo, recordándonos que educar es siempre un acto profundamente humano y, al mismo tiempo, profundamente espiritual. Es también acción y contemplación. Educar significa acompañar caminos, sostener fragilidades, abrir horizontes y ofrecer razones para vivir. Significa, como señala el papa, aprender a diseñar nuevos mapas, no para escapar de la realidad, sino para iluminarla desde dentro, con la luz de la esperanza. Eso sí, en sus propias palabras, es una “urgencia del mandato”.
Es casi al final de la carta donde el papa León XIV indica que la educación católica, que es la nuestra, puede ser un faro: un laboratorio de discernimiento, innovación pedagógica y testimonio profético. Los faros han sido imprescindibles en la cartografía y en este momento, dejarnos iluminar por la necesidad de discernimiento, la innovación y el testimonio profético valiente y fiel al evangelio son esenciales. Para mí, esta frase casi final, es la que contiene la síntesis y el estímulo de estas páginas.
Y, por otro lado, para los educadores de la Asunción este texto supone una alegría y una confirmación. Hay muchos elementos de confluencia con el pensamiento de Mª Eugenia. Por eso, nuestro quehacer diario, nuestra misión, se ve impulsada por estas palabras actuales que actualizan la herencia educativa que tenemos.
La carta completa no tiene desperdicio y seguramente apenas se tardan unos 30-35 minutos en leerla con un poco de detenimiento. Por eso invito a cualquiera a dedicar ese tiempo y quizá un poquito más para reflexionarla o volver sobre ella. Y, para facilitar la tarea, o solo por compartir mi lectura, aquí señalo algunos puntos que como educadora de la Asunción, me han resultado llamativos y desafiantes.
- El punto 2 hace un recorrido por la historia de la educación católica (“una historia dinámica”). Desde los primeros siglos de nuestra era hasta hoy, son numerosos los movimientos y nombres que resuenan. Lógicamente, no pueden estar todos, pero a nosotros nos sale incluir a Santa Mª Eugenia en esa lista de grandes educadores del siglo XIX. El deseo de transformación de la sociedad según los valores del evangelio, educar a las niñas de su época porque ellas serían capaces de lograr esa transformación de la sociedad en la Francia de hace dos siglos es un punto clave en ese mapa de esperanza.
- Que el papa señale que la formación cristiana abarca a toda la persona (cf. 4.2) no es una novedad para nosotros. Desde hace ya varios años tenemos de fondo el perfil de salida de nuestros alumnos, es decir, nuestra educación está orientada a que nuestros alumnos crezcan de forma integral según las siete dimensiones que pretenden también ser el eje central de nuestra acción pedagógica, pastoral y tutorial.
- Para Mª Eugenia, la educación tenía que poner de manifiesto las virtudes naturales y la acción pedagógica, centrarse en la educación del carácter. León XIV nos recuerda que “la educación no es solo transmisión de contenidos, sino aprendizaje de virtudes. Se forman ciudadanos cristianos capaces de servir y creyentes capaces de dar testimonio, hombres y mujeres más libres, que ya no están solos” (cf. 5.1). Queremos que nuestros alumnos aprendan de todas las materias, que tengan buenos resultados académicos en el colegio y también en cualquier prueba externa, pero, sobre todo, queremos que sean personas formadas, con espíritu crítico, que sean capaces de amar el tiempo que les ha tocado vivir y comprometerse con la transformación de la sociedad.
- En la Asunción no entendemos la educación individualista ni el trabajo de forma aislada. Es fundamental el trabajo en equipo y la comunidad. Por eso, es una alegría recoger en esta carta que “se deben promover comunidades educativas participativas, en las que laicos, religios(a)s, familias y estudiantes (nuestros alumnos) compartan la responsabilidad de la misión educativa junto con las instituciones públicas y privadas” (cf 8.3). Para nosotros esta frase tiene una aplicación directa en nuestros proyectos comunitarios: Asunción Juntos, Misión Compartida, Movimiento Asunción y Asunción Familias.
- El que fuera cardenal Prevost añade tres prioridades a los siete caminos del Pacto Educativo impulsado por el papa Francisco en 2020: la atención a la vida interior, la importancia de lo digital humano, la paz desarmada y desarmante. En nuestros colegios no cesamos de reflexionar y poner en marcha iniciativas que apoyan estas tres prioridades:
- Vida interior: acompañamiento de alumnos, Espacio Adora, experiencias de interioridad, cuidado del clima emocional, oración y reflexión…
- Importancia de lo digital humano: somos conscientes de que educamos a nuestros alumnos del presente con las herramientas que estarán presentes en el futuro, por eso nuestro interés en la digitalización, en la IA, en los proyectos de uso responsable de la tecnología, la robótica, en la ética y uso crítico de la inteligencia artificial… Somos conscientes también de la necesidad de la formación de nuestro profesorado para poder enseñar y educar con calidad utilizando estas herramientas.
- Paz desarmada y desarmante: nuestros proyectos de convivencia y bienestar, mediadores, alumnos ayudantes, sesiones de tutoría, jornadas y oraciones por la paz, resolución pacífica de conflictos, apuesta por el diálogo… están destinados a promover la convivencia pacífica y hacer de nuestros centros un lugar de acogida y bienestar.
Nuestro camino está abierto. Es apasionante y está lleno de retos. Y en esta línea, podemos tomar las tres peticiones que nos lanza el papa como desafíos para seguir orientando el proyecto educativo de la Asunción y actualizándolo en el marco de la educación católica. Y así como él “pide” nosotros podemos sentirnos desafiados con:
- La inauguración de una etapa que hable al corazón de las nuevas generaciones, recomponiendo el conocimiento y el sentido, la competencia y la responsabilidad, la fe y la vida (cf 10.2)
- Desarmar las palabras, levantar la mirada, custodiar el corazón (cf. 11.2)
- Ser servidores del mundo educativo, coreógrafos de la esperanza, investigadores incansables de la sabiduría, artífices creíbles de expresiones de belleza (cf 11.3)
Que sigamos apasionados con este acto de fe que es la educación: fe en Dios, en la persona y en la fuerza del bien, la bondad y la belleza.
María Arinero
